jueves, 17 de mayo de 2012

countryside serenade


 

El otoño se asomaba cada vez más entre los atardeceres y lo sabía porque los días cada vez eran más cortos y las noches mas largas. Le gustaba su manera de mirarle y la forma en la que brillaba su pelo al sol. Él lo sabía. Lo supo el día que la vio correr por los campos de girasoles de su madre y se juró a si mismo que hasta su último aliento le pertenecería. Y fue con un atardecer de agosto que llovía en el horizonte cuando descubrió sus pecas favoritas en todo el universo. Por eso el día que él tuvo que irse, ella no le besó por última vez, porque mientras él le prometía que volvería, la verdadera mentira le susurraba al oído palabras que le quemaban. Por eso, él lloraba cada noche, porque ella le faltaba y ella luchaba con cada día con la esperanza cantándole sobre su hombro que él volvería a por su último beso. Y él lo esperó mientras la recordaba corriendo por los girasoles de Illinois con ese vestido azul que tanto le gustaba y para acariciar los rayos de sol de su pelo antes de marcharse.


















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